Lo primero es congelar las sardinas 48 horas como mínimo. Una vez descongeladas las abrimos y les sacamos la espina central y quitamos la cabeza de forma que nos queden los filetes.
Colocamos los filetes de sardinas y los cubrimos de vinagre. Podemos añadirles un poco de sal y de agua. Introducimos en la nevera un mínimo de 4 horas, yo suelo dejarlas una noche entera y las preparo por la mañana.
Una vez maceradas, cortamos los ajos en cuadraditos, picamos el perejil y lo añadimos a las sardinas cubriéndolas con el aceite de oliva y para terminar espolvoreamos una cucharada sopera de cominos.